viernes, 17 de junio de 2016

LA LUZ DEL FIN DE LA TIERRA DE CARMEN HERNÁNDEZ MONTALBÁN

FOTO PROPIA

De manos de un amable cartero llegó a mi casa La luz del fin de la tierra de Editorial Nazarí, el poemario de Carmen Hernández Montalbán.  
Como siempre suelo hacer con los libros de poesía, leo por primera vez para descubrir los primeros ecos de la voz del escritor, y semanas más tarde vuelvo a releer,  tal vez intentando hallar los mensajes que quiera dar el autor, autora en este caso.
Carmen y yo mantenemos una amistad virtual sin demasiadas incursiones pero cargada de cariño y respeto, que intuyo mutuo, y que en alguna ocasión se ha manifestado en el deseo de podernos conocer algún día.  Ella es de aquellas personas que traspasan poco o mucho, según se mire, por su discreción.
La luz del fin de la tierra, con prólogo del poeta malagueño Juvenal Soto y epílogo de Dori Hernández Montalbán, es un poemario de exquisita sensibilidad.
Consta de tres partes bien diferenciadas: Oscuridad, Penumbra, y Luz.

En «Oscuridad» hallamos el barro primigenio; la figura del desconsuelo que inevitablemente recuerda la estatua modernista de mármol de la mujer rendida,  la soledad tangible a nuestro tiempo, el insomnio y la pesadilla de la mano, la codicia de la humanidad y el exilio como patria.  

En «Penumbra»; el origen, los gritos ancestrales de las mujeres que no quieren ni deben sentir miedo, la espera, el atardecer, las palabras ardientes, el tiempo y el viajero que lo desafía.

En «Luz», por último y en retazos de versos de la escritora; lo imaginable, el lienzo y la música, el amanecer, el eco del universo, los sueños, los aromas que lleva la tarde con su perfume a tomillo y manzanilla, el valor de las palabras pronunciadas, que al hacerlo crean ecos desgranándose en papel.  

Por capricho, a veces suelo recurrir a la numerología y me ha llamado la atención, que las tres partes suman 37 poemas que entran en sintonía con el número 10. Este número está relacionado  con los cuerpos radiantes, capaces de crear campos de luz resplandecientes y neutralizar todo tipo de negatividad. También señala la conjunción del ser humano con el cosmos, luz y oscuridad que Carmen ensambla con la penumbra.  Pero ahondando un poco más en la casualidad oculta de los números, el 10 nos lleva al 1 que paradójicamente es el número que suscita ideas y acciones.  Creo que Carmen es una mujer en constante ir y venir de inquietudes. Y como última curiosidad diré que «El Mago» es el primer arcano que inicia el viaje evolutivo,  curiosamente el poema llamado «El Ilusionista»,  cierra el poemario y lo menciona. Estos son algunos sus versos: El mago/ escruta cálculos y probabilidades/ acaricia un álgebra exigente/…Mi misión no es apagar estrellas/responde/ mi trabajo consiste en encenderlas.
Puede que las cifras sean simples elucubraciones mentales de esta lectora, compañera de letras, que a veces juega a reseñar, pero Carmen Hernández Montalbán ha conseguido que vea la luz después de la oscuridad.  

Amanda Gamero
9 de Junio de 2016